Arte y Locura Art brut en colecciones argentinas Desde sus inicios el psicoanálisis notó que el arte es un terreno fecundo que permite mirar en cuestiones difícilmente representables. Se suele comprobar que el arte da ciertas respuestas a las dificultades de la ciencia. Lo silenciado en la imagen, lo indecible en el código visual y lo más enigmático de una obra puede ser lo más atrapante. Las relaciones entre el arte y la locura forman parte de un debate que se hunde en la historia de los pueblos. Esta exposición sobre arte y locura está formada por obras de artistas internados en hospitales psiquiátricos, los llamados maestros esquizofrénicos. Jean Dubuffet elogió estas obras, llamándolo por primera vez: Art Brut. Breton, Tápies, Ratton, Fautrier, destacaron su gran valor creador y renovador de lo salvaje, vieron más el juego en él, que el trabajo y la formación. El Director del Museo de Art Brut de Lausanne, Michel Thevoz destacó que el art brut se presenta a la reflexión psicoanalítica como una rehabilitación de la posibilidad humana de manejar a su antojo una estética de la sinrazón. Es probable que las complejidades teóricas y clínicas que plantea la idea de un arte psicótico nunca se aclaren, quizá porque las teorías sobre arte gozan y padecen de lo mismo que estudian: los enigmas y aperturas del arte. Cuando el psiquiatra Eugenio López de Gomara se hizo cargo de un servicio de internos del Hospital Borda de Buenos Aires, en 1960, fundó allí el primer Taller de Libre Expresión que generó una extensa colección de obras, muchas de ellas expuestas hoy en esta sala. Numerosas publicaciones documentan esta enorme labor realizada durante mas de 30 años. Además, esta muestra de Arte y Locura se sustenta en el reconocimiento de Jorge Romero Brest crítico, historiador y filósofo del arte quien seleccionó en aquel entonces varios cuadros por su interés artístico. Esta pintura al usar métodos rústicos y trabajar con materiales poco nobles, al retornar a elementos simples repitiendo garabatos, trazos, marcas, signos; al insistir en el geometrismo y el zoomorfismo; al aislar y fragmentar partes insertando objetos y seres unos en otros; al darle visibilidad al fondo o cubrirlo totalmente, mostrando la función estética que tiene el vacío, el outsider art tiene un estilo. En la imagen de esta pintura se descubre un universo fracturado y angustiante donde los objetos son partes del cuerpo o de la mente que deambulan en el vacío fantasmas perdidos en el espacio o demonios peligrosos-. Hay un esfuerzo por contener el caos. Hay invasiones del delirio, de las alucinaciones y, también, invasión de una sensorialidad primitiva y un tanto bárbara que conquista la percepción. Mientras pinta se conecta con colores, texturas, sonidos, olores. Hechos que no son ajenos a la función curativa que Freud descubrió en el arte. Se constituye un espacio para la creatividad. Roland Barthes ha señalado que los rasgos estilísticos son depósitos de la cultura que pueden incluso ser muy antiguos, hasta gnómicos. El psicoanálisis se ha ocupado de estudiar el simbolismo de algunos de estos trazos primitivos, uno de los más frecuentes es el espiral, la imagen del juego del carretel. El germen de vida que hay en la pulsión aparece en la pintura de una manera descarnada, bárbara, BRUT, sin pacto con las exigencias sociales. Una vez descubierta la pasión artística, que ocupará gran parte de su vida, aprenderá a elaborar y embellecer sus obras. No dejará de mostrar el elemento violento y desorganizador de lo desconocido que habita en el corazón del arte. Corina Bellati de Otero Monsegur Curadora |
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