Los años 60 y la Galería Bonino

El arte, en nuestro tiempo, el arte del Siglo XX, es en su totalidad un producto y una consecuencia de sus esfuerzos y descubrimientos y un continuo punto de partida.

Una lenta y progresiva maduración se da particularmente en el arte de nuestro país que se afianza y cobra protagonismo hacia los años 40. Grupos de arte experimental avanzado, como el Arte Concreto-Invención, constituído en Buenos Aires en 1945 y sus ramificaciones: el movimiento Madí, animado por Carmelo Arden Quin, el espacialismo de Lucio Fontana, el perceptismo de Raúl Lozza, promueven notables cambios.

Los 60, también fueron años de experimentación. Puesto en crisis el modelo estético tradicional irrumpieron en nuestro medio obras efímeras, gestuales, geométricas que sellaron la inmersión de la vanguardia, a través de un arte transformador, transgresor.

Década bullente y cuestionadora no podía menos que engendrar un nuevo arte para nosotros, su importancia está determinada no sólo por lo que en ella se produjo sino por la aparición de un numeroso grupo de nuevos artistas que abrían perspectivas también nuevas. Se declaró, como lo hizo Jorge Romero Brest, la muerte de la pintura de caballete, y se propugnaron alternativas que iban desde la producción del libro de arte, el video-arte, del arte con aportes tecnológicos, a un arte de acción (happening, performances) a tiempo que la aparición del arte conceptual destacaba la importancia singular de la función comunicativa de la obra de arte.

Hacia 1952, en la Galería Viau, se realiza una completa exposición de artistas concretos en la cual figuran “tres pintores no muy ortodoxos” José Antonio Fernández Muro, Sarah Grilo, Miguel Ocampo, los que pasaron luego a integrar el grupo de los abstracto-intuitivos según clasificación de Jorge Romero Brest, con Clorindo Testa y Kasuya Sakai, grupo consagrado cuando el Museo Nacional de Bellas Artes los acogió en 1960, bajo el nombre “artistas modernos de la Argentina” según Aldo Pellegrini.

El Grupo se constituyó en 1952 y permaneció unido unos diez años bajo la denominación de abstractos líricos, aunque ellos no se denominaran así.

“Ni demasiado maduros para juzgarlos en perspectiva final, ni demasiado jóvenes para considerarlos promesas nada más” dijo Jorge Romero Brest en el catálogo de la exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Este grupo de artistas, junto a Josefina Robirosa mostró, en Galería Bonino, una pintura espontánea, de signos dinámicos, regida por un orden constructivo propio, que fue alejándolos de la geometría pura. En todos ellos se evidencia esta voluntad constructiva que frecuentemente aparece como una necesidad de ordenamiento del Caos.

Mercedes Reitano

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